Desde la biblioteca del CEIP La Jarilla queremos contribuir a pasar estos días en casa con algunas propuestas interesantes.
El escritor Jordi Sierra i Fabra publica cada día, en su página web, un cuento.
Os animamos a visitar su página
http://sierraifabra.com
En la sección especial: EL CUENTO DE HOY podréis encontrar cada cuento y disfrutar de su lectura.
Hoy os dejamos con LOS TRES DESEOS y os proponemos que hagáis un dibujo sobre el relato. Cuando lo tengáis, podéis enviar una foto a
bibliotecalajarilla@ceiplajarilla.com con vuestro nombre y curso y nosotros haremos que veáis los dibujos de vuestros compañeros y compañeras.
LOS
TRES DESEOS
© Jordi Sierra i Fabra 2004
Érase
una vez un gusano que vivía su existencia como tal, es decir, como
un gusano, y lejos de aceptarla como un don, pues la vida es siempre
un regalo de la naturaleza, se sentía el más desgraciado de los
animales que poblaban la faz de la tierra.
—¿Por qué he de
ser un gusano? —se repetía incansable.
Triste y deprimido, se
arrastraba por el desierto buscando alimento, sombra, agua. Los días
le parecían monótonos e iguales. Arena y más arena poblaba su
horizonte. Además, tenía que ser listo y no confiarse, pues
cualquier pájaro podía devorarle en un abrir y cerrar de ojos.
Y
al pobre gusano ya sólo le hubiera faltado eso.
—Ah, si fuera
un león de poderosas garras, que influyera miedo con sólo mostrar
mi presencia y agitar la melena. O un águila de vuelo majestuoso con
el infinito como techo. Incluso un camello, viajero y fuerte, capaz
de recorrer este desierto sin cansarme.
Pero era lo que era, un
gusano. Así que en ocasiones lo que más deseaba se resumía en un
simple paso de la evolución.
Ser una mariposa.
—¿Por
qué no puedo hacer un capullo, convertirme en crisálida, renacer
como la más hermosa de las mariposas, con unas bellas alas de
colores que serían la envidia de todos?
El gusano sabía que
todo aquello no eran más que sueños.
Imposibles.
Aburrido
y resignado, vivía y sobrevivía, se arrastraba por la arena, se
alimentaba, dormía, esperaba.
Un día, sorprendido
probablemente por un espejismo dado el ingente calor que golpeaba la
tierra, se apartó más de lo necesario de su oasis predilecto y en
torno al cual solía moverse. Al poco se encontró en un lugar
abrupto, difícil incluso para él, lleno de aristadas rocas capaz de
cortarle en dos pedazos. Había tantos agujeros que metió la cabeza
por uno, por otro…
Hasta que se encontró en una pequeña
cueva arenosa, al resguardo del sol, en la que, al menos, estaba
fresquito.
Y allí la vio.
Un ánfora.
Una extraña y
hermosa ánfora del color del fuego.
A ras de suelo sólo
sobresalía la parte superior de la misma, el agujero de apenas dos
centímetros de diámetro y sin tapar. Luego un trozo de asa y el
resto desaparecía en la arena. Dada la aburrida existencia del
gusano, aquello rompía un poco la monotonía de sus días y sus
noches, así que, animado y curioso, se encaramó hasta la boca de su
hallazgo y… se metió dentro.
La primera sorpresa fue ver luz
a lo lejos.
La segunda descubrir que aquel era un lugar
espacioso y confortable.
La tercer ver, con asombro, que allí
dentro había alguien.
Un pequeño ser de cabeza pelada, desnudo
de cintura para arriba, que vestía unos calzones tan rojos como el
ánfora y calzaba unas babuchas doradas. Se encontraba reclinado
sobre un fondo de cojines de todos los colores y parecía meditar
profundamente con la vista perdida en alguna parte.
Hasta que
volvió la cabeza y le vio.
El gusano se quedó inmóvil.
—¡Hola!
—lo saludó afable el pequeño ser.
—Hola —vaciló el
gusano.
—No recibo muchas visitas por aquí.
—No me
extraña —el gusano miró a su alrededor—. ¿Quién eres?
—¿Yo?
—la pregunta pareció sorprenderle—. ¿Quién quieres que sea?
¡Pues el genio de ésta ánfora!
—¿Un genio?
—¿No
has oído hablar de mi?
—No.
—¿De dónde sales tú?
—se extrañó el desconocido.
—Pues… —optó por no
decírselo. A una pregunta tonta siempre seguía una respuesta aún
más tonta—. ¿Qué haces aquí?
—Vivo aquí.
—¿Por
qué?
—Pues porque hace miles de años, y a causa de un
encantamiento, un genio más poderoso que yo me condenó a… —el
ser hizo un gesto de fastidio—. ¡Bah, es una historia de lo más
aburrida! Lo único que debe interesarte es lo que puedo hacer por
ti.
—¿Y qué puedes hacer por mí?
—Concederte tres
deseos, como manda la tradición.
—¿Es una broma? —parpadeó
el gusano.
—¿Una broma? —el genio se cruzó de brazos—.
Me ofendes amigo. Si no vas a formular tus tres deseos, es mejor que
te vayas y no me hagas perder el tiempo. Estoy muy ocupado.
—¿De
veras puedes…?
—¿Por qué no pruebas?
Al gusano se le
encogió todo el cuerpo además del corazón.
Tres deseos.
Con
uno le bastaba.
Su sueño.
¿León? ¿Aguila?
¿Camello?
—Quiero ser una mariposa grande y bella.
—Sea
pues —concedió el genio moviendo una mano.
Y en ese mismo
instante, el gusano quedó convertido en una mariposa extraordinaria,
grande, bellísima, con unas alas de colores fascinantes. Era tan
hermosa que hasta el responsable de su cambio la contempló con
orgullo.
—¡Soy una mariposa! —exclamó el gusano.
Abrió
las alas, echó a volar, se sintió feliz y radiante hasta que…
Al
llegar a la boca del ánfora descubrió que ahora era tan grande que
no podía salir por ella.
Imposible.
Volvió hasta donde se
encontraba el genio y le dijo:
—No puedo salir.
—¿Y
qué quieres que haga yo? Tú querías ser una mariposa grande y
hermosa.
—Tendría que haber sido más pequeña, ¿no
crees?
—Sea tu segundo deseo —concedió el genio antes de
que el gusano, ahora mariposa, pudiera impedirlo.
Con el nuevo
cambio quedó convertido en una polilla.
Pequeña, capaz de
salir por la boca del ánfora, pero ridícula y gris, insignificante
y apenas visible.
—¿Qué es esto? —gimió el gusano, ahora
polilla.
—Tu segundo deseo.
—¿Quieres que muera
quemado por cualquier luz? ¡Me siento horrible!
—Pues
deberías aclararte —manifestó el genio—. Yo no hago más que
cumplir tus deseos.
—¡Prefiero volver a ser un gusano antes
que…!
—¡Ningún problema! ¡Adelante!
Un nuevo
gesto.
Y el gusano volvió a ser él mismo.
Miró al
genio.
—Tus tres deseos han sido satisfechos —sonrió
malicioso—. ¿Qué tal?
—Estoy como antes —musitó triste
el gusano.
—¿Sabes algo? —el genio frunció el ceño—. Me
has caído bien. Si sales y vuelves a entrar, es posible que te
permita solicitar tres nuevos deseos. ¡Hace tantos años que no
practico!
—¿Lo harías?
—Prueba.
Tres nuevos
deseos.
Si los pedía con más inteligencia, sin precipitarse,
calculando…
El gusano reptó hasta la boca del ánfora.
Era
un ingenuo.
El genio, el ánfora, los deseos…
Salió al
exterior.
Y cuando estuvo fuera, siguió reptando, decidido, sin
volver la vista atrás.
Cuanto antes llegase a su oasis, más
tranquilo estaría.
—Mejor ser un gusano que un tonto —se
dijo a sí mismo tan feliz como orgulloso.